ALFARO Y GARCÍA MORENO, DOS PERSONAJES PERSEGUIDOS POR SU DESTINO
Al no desenvolverse en una sociedad de
capitalismo industrial, los atributos de puntualidad, innovación, eficiencia,
cumplimiento de lo contratado y valorización del tiempo de trabajo, y del
tiempo como categoría, son obviados por nuestros connacionales. Estas críticas
dadas en el siglo XIX, aparecen latentes en pleno siglo XXI, lo que demuestra
que, si no existe un impulso ético, las sociedades cambian para mejor muy
lentamente:
“Entre otras de sus notables peculiaridades
debe señalarse la de que la puntualidad, estimada por algunos como una virtud,
ellos la consideran como un vicio pernicioso. Su hábito inveterado de demora, y
el uso de la palabra mañana, han sido
tema obligado de cuantos han escrito sobre el Ecuador. Nada debe hacerse hoy día; todo se deja para mañana, y cuando llega el mañana,
se deja para mañana otra vez. La igualdad de la temperatura y de la duración de
los días, y la idea de que mañana será lo mismo que hoy, tienen, en mi opinión,
mucho que hacer con el asunto” ….
“Pero es menos posible aún, convenir con su
general disposición a no hacer caso de la santidad de los contratos, a
repelerlos y proponer reclamos ulteriores; y como resultado natural de esta
costumbre, hay un recelo y desconfianza universales. No tienen los mismos
sentimientos que otros pueblos acerca de estos asuntos; o, en otras palabras,
su código de honor es diferente al nuestro. En muchos países se considera como
obligación decir: ‘Señor, su palabra vale tanto como un cheque’; pero, por
razones en las que no necesito insistir, se está dispensando del uso de esta
frase en el Ecuador.” (Edward Whimper, 1880, tomado de Travels amongst the
great Andes of the Equator, Viajes a través de los majestuosos Andes del
Ecuador. Edward Whymper, Abya-Yala, Quito, 1993, Págs.167-183, 377-385, citado
en Ecuador en los ojos de afuera, p.
157).
Ante toda esta realidad se enfrentó Gabriel
García Moreno, también otros ecuatorianos ilustres lo hicieron, tal Vicente
Rocafuerte y Galo Plaza Lasso, pero García Moreno con más empeño, sin desconocer
que él mismo fue parte de ese desorden. Su programa modernizante requería de un
soporte ideológico afín que sólo lo podía encontrar en la iglesia católica,
pese a la calidad de algunos de sus miembros. Tanto que escribió: “ha llegado
al colmo la escandalosa disolución y la bárbara ignorancia del sacerdocio
ecuatoriano. Yo he tenido que expulsar al clérigo que en poco tiempo ha
seducido y deshonrado a tres muchachas de familias honradas, y llevaba camino
de emular al Don Juan de Byron. Las seducciones intra confessionem son muy
repetidas; y no hay justicia, no hay freno para los disolutos. El clero se
envilece y la sociedad se pierde.” (Carta de García Moreno a Ignacio Ordóñez,
en Wilfrido Loor Cartas de García Moreno,
Tomo III). Además, interpreto que el creciente apego a la religión católica
conforme llegaba a la ancianidad, hay que encontrarlo en que ninguno de sus
hijos sobrevivió a los pocos años, lo que debió llevarlo a calmar su dolor y
encontrar resignación en la religión a la que defendió con fanatismo integral.
Sabe que su fin está próximo “Voy a ser asesinado. Soy dichoso de morir por la
Santa Fe”, le escribe a su amigo presidente de la Cámara del Senado.
Me quedo con estas palabras que reflejan, a su
manera, su preocupación por los más desvalidos, de quien provenía de las clases
dominantes, y su mentalidad de que sólo la educación nos hará libres, entendida
no sólo como elemento moralizador sino “condición esencial de la civilización y
de la libertad”:
“A la gente campesina hay que hacerle el bien
por la fuerza; pero para que el uso de esta sea lícito, es necesario primero
que la justicia le dirija y segundo que no quede otro medio de hacer el bien.
Cierto es que la ley que declara obligatoria la instrucción primaria conmina
con multas a los que no la dan o hagan darla a los niños que están a su
cuidado; pero es claro que antes de aplicar este castigo deben emplearse otros
medios menos fuertes, como las represiones y amenazas verbales, cuando los
consejos sean insuficientes. Sin castigo alguno he conseguido que en la escuela
que sostengo a mi costo en Guachalá envíen los indios a sus hijos dos veces por
semana, imponiéndoles esta obligación en vez de la faena de longos. Por otra
parte la justicia exige que se haga respetar y obedecer la ley por los más
poderosos, por los habituados a violarla, es decir, los ricos y propietarios.
Principie, pues, por estos, amenazándoles con las multas si no enseñan o hacen
enseñar a los hijos de sus peones y criados; y entonces pase a los pobres
campesinos y a los indios sueltos, los cuales sin necesidad de multa, harán lo
que hagan los señores Holguín, Villagómez, Alvarez, etc.” (Ricardo Pattee, Gabriel García Moreno y el Ecuador de su
tiempo, Edit. JUS SA, México, tercera edición, 1962, pp. 325-326).
Muchos se preguntarán, si García Moreno es el
presidente más representativo del Ecuador ¿pero en dónde queda Eloy Alfaro, a
quien incluso una encuesta de una revista nacional lo declaró el ecuatoriano
más importante de todos los tiempos?
Apasionados que somos los ecuatorianos, los
conservadores y personas de derecha se han pronunciado por exaltar a Gabriel
García Moreno, y los liberales, a Eloy Alfaro Delgado, y en consecuencia, a
denostar al adversario, considerado enemigo. Incluso un gran promotor cultural
del Ecuador, Benjamín Carrión, escribió un texto adverso a García Moreno
denominado El Santo del Patíbulo;
Roberto Andrade, uno de los victimarios de García Moreno, escribió la
exaltación Vida y muerte de Eloy Alfaro,
donde dice de Alfaro a raíz de su muerte “Se realizó un presentimiento que le
acompañó en toda su vida de lucha; pero que nunca le aterró, porque creyó
inevitable un fin tan trágico”.[1]
Por su parte un acérrimo conservador, Wilfrido Loor, escribió una amplia
biografía de Eloy Alfaro, en tres tomos, denominada Eloy Alfaro por Wilfrido Loor, Quito Ecuador, 1947, impreso en
Editora Moderna.
Por su formación religiosa católica, para
Gabriel García Moreno la gran potencia Estados Unidos de América, país
protestante, no era modelo a seguir, su mirada se dirigió a la católica
Francia. Por su parte Alfaro se apoyó en el capital norteamericano e inglés
para el financiamiento de sus obras. Pero ni en García Moreno el centro de su
actuar era la religión, ni en Alfaro la política.
García Moreno y Alfaro querían un país unido,
el primero inició la gran obra de construcción del ferrocarril de Guayaquil a
Quito, y el segundo lo concluyó, también ambos gobernantes aspiraban mejores
condiciones de vida para la población. Ambos fueron desarrollistas. La
diferencia la encontramos en el cómo.
García Moreno era un hombre de cultura,
profesor universitario, sus conocimientos eran resultado de la reflexión y del
estudio, de una instrucción formal que lo llevaba a aplicar las formas de la
ley en su beneficio, incluso fue el primero en implementar la consulta popular.
Estimuló la educación superior dando impulso a la ciencia y tecnología creando
la Escuela Politécnica dirigida por científicos alemanes. Su solución para el
país estaba basada en un criterio aún actual, la educación del pueblo.
Alfaro hombre de gran valentía, era un
personaje de acción y su instrucción de una cultura no formal estaba basada en
la observación, por lo que su actuar era adaptar la ley al interés de la causa
(Loor, buscando ser imparcial escribe: “Alfaro sabía mandar, no era maniquí de
sus Ministros. ¡Ay del Ministro que desobedeciese sus órdenes! Pero como su
instrucción era escasa y no muy grande su criterio y alcance políticos,
fácilmente se dejaba engañar.[2]).
En ninguna de sus administraciones llegó al poder por elecciones directas.
Alfaro tuvo que enfrentar una oposición fanática y desenfrenada de la Iglesia y
de los conservadores que lo consideraban un enemigo de la religión católica, a
lo que tuvo que dedicar gran parte de la acción gubernamental, pese a lo cual
realizó una considerable obra pública. Fue un luchador incansable por la
libertad de nuestra América. Su mensaje estaba basado en el enfrentamiento
contra la injusticia social, necesario para su época, pero lo que un pueblo
demanda de un presidente no es que sea un luchador, sino un estadista. En
palabras de Aristóteles, quien dirija un gobierno practicable, que impulse
medidas de sencilla y segura implementación (Política, Libro 6, capítulo I).
En su Enciclopedia
de la Política, Rodrigo Borja, dice del estadista “es el hombre de Estado,
gobernante serio y eficaz, que domina las ciencias políticas y además el arte
de conducir a los pueblos. Es el teórico y práctico del poder. No todo político
es o puede ser estadista”. García Moreno es quien está más cerca de esta
definición.
La
herencia política de García Moreno fue el Partido Conservador, que fue
perdiendo paulatinamente protagonismo en la vida nacional hasta extinguirse,
mientras que Alfaro nos dejó el alfarismo, una tendencia dentro del liberalismo
que no aceptó las reglas del juego democrático y se decantó por el cambio
impulsivo, donde sólo se tenía derechos por una causa mayor y que ha tenido
seguidores hasta la actualidad. Creo que ambas tendencias desestimaron la
importante relación entre ética y política basada en la ética de las
consecuencias, pues todo problema político, es al final, un problema ético.
Autor:
Dr. César Bravo Izquierdo
Constitucionalista.
[1] Roberto
Andrade, Vida y muerte de Eloy Alfaro,
primera edición: York Printing Co., 1916, Nueva York, USA; segunda edición:
Editorial El Conejo, 1985, facsímil de la primera edición, Editorial Printer
Colombiana Ltda, Bogotá Colombia, p. 474.
[2] Eloy Alfaro por Wilfrido Loor,
1895-1901, Quito Ecuador, 1947, Tomo II, Impreso en Editora Moderna, p. 657.