domingo, 9 de junio de 2019

ALFARO Y GARCÍA MORENO, DOS PERSONAJES PERSEGUIDOS POR SU DESTINO


Al no desenvolverse en una sociedad de capitalismo industrial, los atributos de puntualidad, innovación, eficiencia, cumplimiento de lo contratado y valorización del tiempo de trabajo, y del tiempo como categoría, son obviados por nuestros connacionales. Estas críticas dadas en el siglo XIX, aparecen latentes en pleno siglo XXI, lo que demuestra que, si no existe un impulso ético, las sociedades cambian para mejor muy lentamente:

“Entre otras de sus notables peculiaridades debe señalarse la de que la puntualidad, estimada por algunos como una virtud, ellos la consideran como un vicio pernicioso. Su hábito inveterado de demora, y el uso de la palabra mañana, han sido tema obligado de cuantos han escrito sobre el Ecuador. Nada debe hacerse hoy día; todo se deja para mañana, y cuando llega el mañana, se deja para mañana otra vez. La igualdad de la temperatura y de la duración de los días, y la idea de que mañana será lo mismo que hoy, tienen, en mi opinión, mucho que hacer con el asunto” ….
“Pero es menos posible aún, convenir con su general disposición a no hacer caso de la santidad de los contratos, a repelerlos y proponer reclamos ulteriores; y como resultado natural de esta costumbre, hay un recelo y desconfianza universales. No tienen los mismos sentimientos que otros pueblos acerca de estos asuntos; o, en otras palabras, su código de honor es diferente al nuestro. En muchos países se considera como obligación decir: ‘Señor, su palabra vale tanto como un cheque’; pero, por razones en las que no necesito insistir, se está dispensando del uso de esta frase en el Ecuador.” (Edward Whimper, 1880, tomado de Travels amongst the great Andes of the Equator, Viajes a través de los majestuosos Andes del Ecuador. Edward Whymper, Abya-Yala, Quito, 1993, Págs.167-183, 377-385, citado en Ecuador en los ojos de afuera, p. 157).

Ante toda esta realidad se enfrentó Gabriel García Moreno, también otros ecuatorianos ilustres lo hicieron, tal Vicente Rocafuerte y Galo Plaza Lasso, pero García Moreno con más empeño, sin desconocer que él mismo fue parte de ese desorden. Su programa modernizante requería de un soporte ideológico afín que sólo lo podía encontrar en la iglesia católica, pese a la calidad de algunos de sus miembros. Tanto que escribió: “ha llegado al colmo la escandalosa disolución y la bárbara ignorancia del sacerdocio ecuatoriano. Yo he tenido que expulsar al clérigo que en poco tiempo ha seducido y deshonrado a tres muchachas de familias honradas, y llevaba camino de emular al Don Juan de Byron. Las seducciones intra confessionem son muy repetidas; y no hay justicia, no hay freno para los disolutos. El clero se envilece y la sociedad se pierde.” (Carta de García Moreno a Ignacio Ordóñez, en Wilfrido Loor Cartas de García Moreno, Tomo III). Además, interpreto que el creciente apego a la religión católica conforme llegaba a la ancianidad, hay que encontrarlo en que ninguno de sus hijos sobrevivió a los pocos años, lo que debió llevarlo a calmar su dolor y encontrar resignación en la religión a la que defendió con fanatismo integral. Sabe que su fin está próximo “Voy a ser asesinado. Soy dichoso de morir por la Santa Fe”, le escribe a su amigo presidente de la Cámara del Senado.

Me quedo con estas palabras que reflejan, a su manera, su preocupación por los más desvalidos, de quien provenía de las clases dominantes, y su mentalidad de que sólo la educación nos hará libres, entendida no sólo como elemento moralizador sino “condición esencial de la civilización y de la libertad”:

“A la gente campesina hay que hacerle el bien por la fuerza; pero para que el uso de esta sea lícito, es necesario primero que la justicia le dirija y segundo que no quede otro medio de hacer el bien. Cierto es que la ley que declara obligatoria la instrucción primaria conmina con multas a los que no la dan o hagan darla a los niños que están a su cuidado; pero es claro que antes de aplicar este castigo deben emplearse otros medios menos fuertes, como las represiones y amenazas verbales, cuando los consejos sean insuficientes. Sin castigo alguno he conseguido que en la escuela que sostengo a mi costo en Guachalá envíen los indios a sus hijos dos veces por semana, imponiéndoles esta obligación en vez de la faena de longos. Por otra parte la justicia exige que se haga respetar y obedecer la ley por los más poderosos, por los habituados a violarla, es decir, los ricos y propietarios. Principie, pues, por estos, amenazándoles con las multas si no enseñan o hacen enseñar a los hijos de sus peones y criados; y entonces pase a los pobres campesinos y a los indios sueltos, los cuales sin necesidad de multa, harán lo que hagan los señores Holguín, Villagómez, Alvarez, etc.” (Ricardo Pattee, Gabriel García Moreno y el Ecuador de su tiempo, Edit. JUS SA, México, tercera edición, 1962, pp. 325-326).

Muchos se preguntarán, si García Moreno es el presidente más representativo del Ecuador ¿pero en dónde queda Eloy Alfaro, a quien incluso una encuesta de una revista nacional lo declaró el ecuatoriano más importante de todos los tiempos?

Apasionados que somos los ecuatorianos, los conservadores y personas de derecha se han pronunciado por exaltar a Gabriel García Moreno, y los liberales, a Eloy Alfaro Delgado, y en consecuencia, a denostar al adversario, considerado enemigo. Incluso un gran promotor cultural del Ecuador, Benjamín Carrión, escribió un texto adverso a García Moreno denominado El Santo del Patíbulo; Roberto Andrade, uno de los victimarios de García Moreno, escribió la exaltación Vida y muerte de Eloy Alfaro, donde dice de Alfaro a raíz de su muerte “Se realizó un presentimiento que le acompañó en toda su vida de lucha; pero que nunca le aterró, porque creyó inevitable un fin tan trágico”.[1] Por su parte un acérrimo conservador, Wilfrido Loor, escribió una amplia biografía de Eloy Alfaro, en tres tomos, denominada Eloy Alfaro por Wilfrido Loor, Quito Ecuador, 1947, impreso en Editora Moderna. 

Por su formación religiosa católica, para Gabriel García Moreno la gran potencia Estados Unidos de América, país protestante, no era modelo a seguir, su mirada se dirigió a la católica Francia. Por su parte Alfaro se apoyó en el capital norteamericano e inglés para el financiamiento de sus obras. Pero ni en García Moreno el centro de su actuar era la religión, ni en Alfaro la política.

García Moreno y Alfaro querían un país unido, el primero inició la gran obra de construcción del ferrocarril de Guayaquil a Quito, y el segundo lo concluyó, también ambos gobernantes aspiraban mejores condiciones de vida para la población. Ambos fueron desarrollistas. La diferencia la encontramos en el cómo.

García Moreno era un hombre de cultura, profesor universitario, sus conocimientos eran resultado de la reflexión y del estudio, de una instrucción formal que lo llevaba a aplicar las formas de la ley en su beneficio, incluso fue el primero en implementar la consulta popular. Estimuló la educación superior dando impulso a la ciencia y tecnología creando la Escuela Politécnica dirigida por científicos alemanes. Su solución para el país estaba basada en un criterio aún actual, la educación del pueblo.

Alfaro hombre de gran valentía, era un personaje de acción y su instrucción de una cultura no formal estaba basada en la observación, por lo que su actuar era adaptar la ley al interés de la causa (Loor, buscando ser imparcial escribe: “Alfaro sabía mandar, no era maniquí de sus Ministros. ¡Ay del Ministro que desobedeciese sus órdenes! Pero como su instrucción era escasa y no muy grande su criterio y alcance políticos, fácilmente se dejaba engañar.[2]). En ninguna de sus administraciones llegó al poder por elecciones directas. Alfaro tuvo que enfrentar una oposición fanática y desenfrenada de la Iglesia y de los conservadores que lo consideraban un enemigo de la religión católica, a lo que tuvo que dedicar gran parte de la acción gubernamental, pese a lo cual realizó una considerable obra pública. Fue un luchador incansable por la libertad de nuestra América. Su mensaje estaba basado en el enfrentamiento contra la injusticia social, necesario para su época, pero lo que un pueblo demanda de un presidente no es que sea un luchador, sino un estadista. En palabras de Aristóteles, quien dirija un gobierno practicable, que impulse medidas de sencilla y segura implementación (Política, Libro 6, capítulo I).

En su Enciclopedia de la Política, Rodrigo Borja, dice del estadista “es el hombre de Estado, gobernante serio y eficaz, que domina las ciencias políticas y además el arte de conducir a los pueblos. Es el teórico y práctico del poder. No todo político es o puede ser estadista”. García Moreno es quien está más cerca de esta definición.

 La herencia política de García Moreno fue el Partido Conservador, que fue perdiendo paulatinamente protagonismo en la vida nacional hasta extinguirse, mientras que Alfaro nos dejó el alfarismo, una tendencia dentro del liberalismo que no aceptó las reglas del juego democrático y se decantó por el cambio impulsivo, donde sólo se tenía derechos por una causa mayor y que ha tenido seguidores hasta la actualidad. Creo que ambas tendencias desestimaron la importante relación entre ética y política basada en la ética de las consecuencias, pues todo problema político, es al final, un problema ético.



Autor:
Dr. César Bravo Izquierdo
Constitucionalista.




[1] Roberto Andrade, Vida y muerte de Eloy Alfaro, primera edición: York Printing Co., 1916, Nueva York, USA; segunda edición: Editorial El Conejo, 1985, facsímil de la primera edición, Editorial Printer Colombiana Ltda, Bogotá Colombia, p. 474.
[2] Eloy Alfaro por Wilfrido Loor, 1895-1901, Quito Ecuador, 1947, Tomo II, Impreso en Editora Moderna, p. 657.

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