miércoles, 30 de marzo de 2016

INESTABILIDAD CONSTITUCIONAL


INESTABILIDAD CONSTITUCIONAL ECUATORIANA.

En la Constitución Política de la República del Ecuador, codificada y aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente reunida en la ciudad de Riobamba el 5 de junio de 1998, los constituyentes buscaron hacer coincidir dos hechos trascendentes en la historia del país: Riobamba, la ciudad donde se realizó la primera Asamblea Nacional Constituyente con la denominación de Congreso Constituyente, y al terminar la redacción constitucional en un 5 de junio, recordar la revolución liberal de 1895, tratando de dar de esa manera forma democrática al contenido constitucional, y un mensaje de continuidad histórica. Esta es la Constitución número diecinueve en la agitada vida del pueblo ecuatoriano iniciada en 1830; a escasos cinco años ya se dio una nueva Constitución la de 1835, otra en 1843, a dos años otra en 1845, en 1851, otra a año seguido 1852, en 1861, 1869, 1878, 1883, 1887, 1897, 1906, 1929, 1945, 1946, 1967 y 1978.

Para evidenciar la inestabilidad política de los inicios republicanos diremos que en apenas veintidós años tuvimos seis Constituciones, a un promedio de una cada tres años seis meses. Parecería que el país se ha asemejado más a un laboratorio que a un Estado, donde no se gobierna sino que se experimenta. Ninguna Constitución pudo durar al menos una generación, esto es veinticinco años. Ni siquiera nos hemos dado la oportunidad de saber si la Constitución es la adecuada o no para el país. Ecuador tiene la discutible distinción de haber reunido más asambleas constituyentes y aprobado más constituciones que el resto de países de Latinoamérica, hasta llegar a la Constitución de 2008, la vigésima en nuestra historia republicana, lo que refleja una persistente inestabilidad constitucional e institucional, una falta de confianza y fe en las instituciones del Estado.[1]

Buscamos el cambio por parte de las leyes, y no primero en nosotros mismos. Y si queremos cerrar viejas heridas, deberíamos empezar por aceptar responsabilidades individuales y complicidades colectivas, porque no hay animales puros ni ciudadanos perfectos. Además que nuestro sistema presidencialista ha sido demasiado rígido, un presidente elegido en las urnas fácilmente pierde el apoyo político y queda a merced de las fuerzas legislativas y, en última instancia, de las fuerzas armadas que quiérase o no, ante la debilidad institucional, se convierten en verdaderos árbitros de la legalidad. Eso se ha pretendido revertir en nuevos textos constitucionales.

Desde el comienzo republicano, el modelo constitucional mismo no daba para el cambio real. Nos habíamos quedado en el paradigma constitucional continental europeo donde la ley es la única manifestación jurídica idónea de la voluntad general.

 Lo que es la regla en otros países entre nosotros es la excepción. Desde el exterior somos vistos como problemáticos en el nivel de legitimidad del sistema y de la tolerancia a las leyes (“Los ecuatorianos no parecen ser muy tolerantes frente a las opiniones y criterios del resto. En cuanto al apoyo a la legitimidad del sistema político, tienen una posición negativa. El grado de confianza en los partidos políticos y en los parlamentos es bastante bajo en el país”, Mitchell Seligson, catedrático de la U. de Vanderbilt, entrevista en El Comercio, 24 de noviembre 2008, cuaderno 1, p.5). A primera vista, nos conducimos ad absurdum, de modo ilógico. Empero la realidad es más compleja que las meras percepciones. Todavía somos una sociedad en formación. Recordemos que Bolivia, desde su independencia en 1825 hasta 2010, ha tenido el promedio de un presidente de la república cada dos años y cuatro meses. El presidente Evo Morales, es el modelo boliviano antagónico.


[1] “la capacidad de una constitución de durar, de no corromperse fácilmente, de no degradarse, de no convertirse en una constitución opuesta, es uno de los más importantes -si no el principal- criterios que se emplean para distinguir las constituciones buenas de las malas”, Norberto Bobbio, La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político, Fondo de Cultura Económica, México, segunda edición, 2001, p. 20. Primera edición en italiano, 1976.

lunes, 28 de marzo de 2016

TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL



 Si alguna virtud tiene este trabajo mío en seis tomos, denominado TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL es el de poseer un hilo conductor, una visión de conjunto en una búsqueda de coherencia; lo que los juristas llaman semántica. No va de una doctrina a otra, fusionando conceptos contradictorios. Y en el trabajo he tratado de seguir la oración de Terencio: Homo sum; humani nihil a me alienum puto (Hombre soy; nada humano lo considero ajeno a mí), y el primer aforismo de Hipócrates: “Corta es la vida, el camino largo, la ocasión fugaz, falaces las experiencias, el juicio difícil”. También suscribiría orgulloso el fragmento de la pluma de Marguerite Yuorcenar que atribuye al emperador Adriano estos pensamientos: “No desprecio a los hombres. Si así fuera no tendría ningún derecho, ninguna razón para tratar de gobernarlos. Los sé vanos, ignorantes, ávidos, inquietos, capaces de cualquier cosa para triunfar, para hacerse valer, incluso ante sus propios ojos o simplemente para evitar sufrir. Lo sé: soy como ellos, al menos por momentos, o hubiera podido serlo. Entre el prójimo y yo las diferencias que percibo son demasiado desdeñables como para que cuenten en la suma final”.

Cuán difícil es concordar entre la teoría y la práctica personal ejercida con integridad, pero ese es el mandato que espero cumplirlo en este trabajo que pongo a vuestra consideración. 

viernes, 25 de marzo de 2016

La política, la filosofía y nosotros


La política está entrelazada con la justicia y con la sociedad, y la sociedad está íntimamente vinculada con la economía, es por ello la necesidad de conocerlas sistemáticamente.



Pero la ley, el derecho y la economía no son suficientes para conocer y desentrañar la realidad; para eso se debe acudir a la ciencia de la ciencias, la filosofía, pues ella, en definición de Aristóteles en el Libro I de la “Metafísica”, es aquella que reflexiona y define las entidades, conceptos, principios axiomáticos, básicos, fundamentales, esto es, aquellos sin los cuales nada existe, nada se puede pensar ni decir. La filosofía es la ciencia universal que reflexiona sobre lo universal esencial; sobre el ser como esencia o identidad, ser como existencia, no-ser como alteridad y diferencia, potencia, acto, “es la existencia del ente en cuanto a ente”. En su definición clásica, conjunto de saberes que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano. La filosofía analiza y estudia la totalidad. Y todo lenguaje, sea el de las ciencias matemático-geométricas, sea el de las ciencias empíricas, sea de la economía, sea el del derecho o la política, utiliza las palabras que Aristóteles analiza en la Metafísica, porque son conceptualizaciones de lo necesario; poseyendo el filósofo “la totalidad del saber en la medida de lo posible sin tener la conciencia de cada objeto en particular”. Y de la filosofía nos aprovecha la filosofía política. Concordando con Karl R. Popper, que “todos los hombres y todas las mujeres son filósofos, aunque algunos lo son más que otros”.



Cuando obremos con la cordura, tolerancia, conocimientos, humildad y conciencia que enseña la filosofía, cuando nos miremos más a fondo a nosotros mismos, cuando nos sentemos frecuentemente a pensar qué estamos haciendo, que a pesar de encontrarnos geográficamente en el centro del planeta, no somos el centro del mundo, ahí vislumbraremos el camino particular y colectivo. René Descartes decía que, cada nación es tanto más civilizada y culta cuanto mejor filosofan los hombres en ella.



José Saramago, declaró a Expresso, Lisboa, el 11 de octubre de 2008: “Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, sin que deba tener un propósito determinado como la ciencia, que avanza para cumplir objetivos. Nos falta reflexión, pensar. Necesitamos el trabajo para pensar. Y yo creo que sin ideas no vamos a ninguna parte”.



Ya el filósofo Platón refiriéndose al Gobierno, señaló el feliz encuentro que debe existir con la filosofía para el bien de la sociedad: “Los hombres no se verían libres de sus males, sino cuando por favor especial de la providencia, la autoridad suprema y la filosofía se encontrasen reunidas en la misma persona e hiciesen triunfar a la virtud de los asaltos del vicio”.