Si alguna virtud tiene este trabajo mío en seis tomos, denominado TRATADO DE DERECHO CONSTITUCIONAL es el de
poseer un hilo conductor, una visión de conjunto en una búsqueda de coherencia;
lo que los juristas llaman semántica. No va de una doctrina a otra, fusionando
conceptos contradictorios. Y en el trabajo he tratado de seguir la oración de
Terencio: Homo sum; humani nihil a me
alienum puto (Hombre soy; nada humano lo considero ajeno a mí), y el primer
aforismo de Hipócrates: “Corta es la vida, el camino largo, la ocasión fugaz,
falaces las experiencias, el juicio difícil”. También suscribiría orgulloso el
fragmento de la pluma de Marguerite Yuorcenar que atribuye al emperador Adriano
estos pensamientos: “No desprecio a los hombres. Si así fuera no tendría ningún
derecho, ninguna razón para tratar de gobernarlos. Los sé vanos, ignorantes,
ávidos, inquietos, capaces de cualquier cosa para triunfar, para hacerse valer,
incluso ante sus propios ojos o simplemente para evitar sufrir. Lo sé: soy como
ellos, al menos por momentos, o hubiera podido serlo. Entre el prójimo y yo las
diferencias que percibo son demasiado desdeñables como para que cuenten en la
suma final”.
Cuán difícil es concordar entre la teoría y la
práctica personal ejercida con integridad, pero ese es el mandato que espero
cumplirlo en este trabajo que pongo a vuestra consideración.
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